La resistencia
invisible
Mujeres palestinas contra la ocupación
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La resistencia
invisible
Mujeres palestinas contra la ocupación
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Entre los titulares y la cobertura mediática sobre el genocidio actual en Palestina, emerge una narrativa desde los márgenes, más allá de los focos y las cámaras, tejida con valentía y determinación por parte de las mujeres palestinas.
La población palestina ha luchado siempre por la liberación nacional, predominantemente representada por imágenes de hombres en las calles enfrentándose a fuerzas militarizadas. Esta es una lucha que sucede en el espacio público, ocupado mayoritariamente por los hombres. ¿Pero dónde están las mujeres palestinas?
Ellas se enfrentan a una doble ocupación; la sionista y la de sus cuerpos por parte del patriarcado, sometiendo así sus necesidades e intereses a la lucha por la liberación nacional. Su papel como cuidadoras y como brindadoras de apoyo emocional se consolida ante los constantes encarcelamientos y asesinatos de los jóvenes palestinos, esposos, hermanos. Sus estrategias de resistencia invisible se desarrollan en los espacios donde el patriarcado las confina, al ámbito doméstico y familiar, pero muchas buscan transcender nuevos ámbitos dominados por los hombres: los ámbitos económico, político y educativo.
Este reportaje adopta la perspectiva feminista de ‘aquello que es personal es político’, explorando el espacio íntimo de las mujeres y destacando situaciones a menudo silenciadas. Es un eco de las varias historias que abrazan la máxima palestina ‘resistir es existir’: mujeres de Beita que se autoorganizaron para proporcionar apoyo logístico a un campamento de resistencia; una pintora de Hebrón que expresa el acoso diario en su ciudad prisión mediante el arte; mujeres que preservan la identidad cultural a través de la creación de un museo dedicado al aceite de oliva; redes de solidaridad entre mujeres familiares de mártires, que trabajan el duelo desde un enfoque comunitario; mujeres que quieren cambios políticos, que se forman o que acceden en la universidad; mujeres que simplemente permanecen en sus viviendas haciendo frente a las incursiones y amenazas de colonos y de militares, y mujeres que han creado cooperativas de producción, verdaderas herramientas de empoderamiento colectivo, productoras de bienes que permiten hacer boicot a productos israelíes.
En la aparente invisibilidad de la lucha, las mujeres palestinas están construyendo un movimiento que desafía el statu quo.
Es una resistencia que nace de la determinación silenciosa de mujeres que se niegan a ser reducidas a víctimas, que están decididas a escribir su propio futuro y liderar el camino hacia una Palestina libre. Porque no es posible construir una Palestina libre sin las mujeres, ni Palestina será totalmente libre mientras las mujeres no lo sean.
En Beita, cerca de Nablus, hubo un importante episodio de resistencia pacífica contra un nuevo asentamiento situado en la colina frente a la población. Se utilizaron tácticas como la confusión nocturna, los rayos láser y el humo negro, todas ellas representadas con figuras en la entrada del campamento; sin embargo, ninguna mujer aparece, a pesar de que ellas tuvieron un rol activo en la defensa.
Las mujeres de Beita tuvieron un papel esencial en la resistencia pacífica conjunta, transcendiendo las barreras de género
Las mujeres de Beita, inicialmente excluidas en la respuesta para expulsar a los colonos próximos a su pueblo, decidieron participar activamente, asumiendo roles de cuidados y logística en el campamento. Esta decisión desafió la sociedad patriarcal local, donde la participación femenina en espacios públicos es vista con recelo.
A pesar de las adversidades, las mujeres de Beita, como Mona, Maryam y Hanan, Mona, Fadwa, Nidal y Nabila, tuvieron un papel esencial en la respuesta, poniendo de manifiesto que esta tiene que transcender las barreras y estereotipos de género, desafiando patrones culturales establecidos y poniendo de relieve el poder de una resistencia conjunta.
Beita emerge como un ejemplo inspirador de como las mujeres pueden contribuir significativamente al camino hacia el fin de la ocupación de sus cuerpos y territorios.
La colonización y la ocupación han reforzado el patriarcado en Palestina; son dos sistemas que se retroalimentan, porque exacerban las violencias. Las mujeres a menudo quedan recluidas en espacios domésticos, y tienen que buscar estrategias para subvertirlos. Las alianzas y redes entre mujeres son los pilares que las sostienen, las hacen sanar y fortalecer.
Las mujeres palestinas se enfrentan con una doble ocupación, tanto en su territorio como en sus cuerpos
Las mujeres palestinas se enfrentan a una doble ocupación, tanto en su territorio como en sus cuerpos. Como los olivos cortados por los colonos en sus incursiones en los campos palestinos, las mujeres hacen frente a los embates del patriarcado. Ellas sufren un contínuum de violencias y sus cuerpos son también un arma de guerra por parte de las fuerzas de ocupación israelí.
Hebron es el paradigma de la ocupación y el apartheid en su Ciudad Vieja. Los colonos israelíes han ocupado propiedades afectando así la vida diaria de los palestinos locales, hasta convertirla en insufrible, perpetuando una estrategia para forzar así su partida. Los palestinos tienen que convivir con los checkpoints, controles militares en las calles, donde las humillaciones, la arbitrariedad de los permisos y las restricciones son comunes. Las agresiones constantes de los colonos, tanto en las mismas viviendas palestinas como en las calles, tienen como consecuencia el aumento de la reclusión de las mujeres en sus hogares, para protegerlas.
Nisreen es una artista que vive junto a un asentamiento judío en el centro histórico de Hebrón. Es viuda. Su marido, un activista reconocido, fue asesinado. Ella ha decidido quedarse en su casa, sola con su hija e hijo, a pesar de los ataques habituales que recibe de los colonos. Con sus pinturas, ella da a conocer su realidad.
A través del arte, mujeres como Nisreen han podido dar voz a sus historias, en un momento en el que su narrativa suele ser invisible. La poesía, la pintura, la música, la danza, entre otras manifestaciones artísticas, han sido utilizadas por mujeres palestinas para hablar de la doble ocupación a la que tienen que hacer frente.
Desde el siglo XX, las mujeres palestinas han sido activas en la lucha contra el colonialismo británico y el proyecto sionista que dio lugar a la creación del estado de Israel en 1948. Desde entonces, han hecho frente a la ocupación y al apartheid no solo en las calles, sino también dentro de los hogares y las comunidades, preservando la identidad palestina.
En el campo de refugiados de Dheisheh, en Belén, cada semana los militares israelíes entran de madrugada a hacer batidas. Se llevan a los jóvenes bajo detención administrativa, sin cargos ni pruebas. Otras veces, los asesinan en la misma calle.
Las mujeres viudas o madres de mártires, se unen en redes de solidaridad para acompañarse en su duelo, para sanar colectivamente, porque su dolor transciende la individualidad y se convierte en una estrategia política de resistencia.
Najya, madre del joven mártir Moataz, es activa en la red de solidaridad. Conserva todo aquello que su hijo llevaba puesto en el momento de su asesinato en la calle, y lo exhibe en una pequeña vitrina. Lo recuerda y visita habitualmente en el cementerio específico que tienen los mártires en el campo de refugiados.
Las mujeres viudas o madres de mártires, se unen en redes de solidaridad para acompañarse en su duelo
Las mujeres palestinas no se pueden permitir desfallecer
A Yab’ad, cerca de Jenin, saben muy bien qué es un castigo colectivo. De allí era el mártir Diya, que pretendía realizar una acción en los territorios del 48, el actual Israel. Lo abatieron antes de que pudiera hacer nada. Además de que nunca entregaron su cuerpo a sus familiares, detuvieron al padre y único hermano del mártir, y demolieron su casa, dejando a la madre Nareman sin posibilidades de supervivencia, si no fuera por la solidaridad familiar.
Los militares arrasaron con detenciones administrativas entre todos los jóvenes del pueblo, aplicando el castigo colectivo. Nareman contempla su pueblo desde la casa demolida, no desfallece. No se puede permitir desfallecer, ella ha decidido quedarse en Yab’ad.
El 62% de estudiantes en las universidades palestinas son mujeres.
La invisibilidad de las desigualdades de género es producto de las pautas sociales del sistema patriarcal. Así, las demandas específicas de las mujeres palestinas aparecen como temas de poca importancia, quedando siempre subyugadas a la causa palestina y a los cuidados familiares, mientras se da valor a las demandas de los hombres, que son quienes participan en el ámbito público.
Sin embargo, las mujeres palestinas quieren tener una participación social y política más destacada en los espacios de gobernabilidad democrática. Con este objetivo se capacitan políticamente, aprenden sobre leyes y sobre sus derechos, y participan en las elecciones. Aportan en su comunidad a partir de su mirada y voz propia.
En este contexto, los hombres jóvenes tienen la presión social de lograr conseguir ingresos para sostener por completo la familia y pocos tienen tiempo para instruirse. En cambio, muchas mujeres jóvenes han visto la oportunidad de continuar formándose y acceder a la universidad, a menudo después de haber tenido hijos o hijas, como Saja, que tiene dos niñas. Obtener un grado universitario representa una palanca de cambio social importante para eliminar la brecha de género. Hoy en día, el 62% de estudiantes en las universidades palestinas son mujeres, entre ellas Mounia, que vive sola y tiene por objetivo formarse para ser independiente económicamente y no tener que casarse si no lo desea. Cree que la mejor forma de contribuir a una Palestina libre es aportando desde la mirada de mujer libre.
La mejor forma de contribuir por una Palestina libre es aportando desde la mirada de una mujer libre
A través de generaciones, han sido guardianas de las tradiciones, portadoras de històrias y portavoces de la rica herencia palestina
Mujeres del municipio de Beita, cerca de Nablus, tienen un proyecto, una visión de futuro: quieren poner en marcha un museo dedicado al aceite en una antigua almazara, donde se muestre todo el proceso para producir el aceite de oliva. Entienden que es de vital importancia no perder las características identitarias de la cultura palestina, como el cuidado de los olivos y la extracción del aceite.
El proyecto sionista de Israel se está forjando a través de la aniquilación y/o apropiación de los elementos de la identidad y la cultura de Palestina y las mujeres palestinas tienen un papel crucial en la preservación y transmisión de estas. A través de generaciones, han sido guardianas de las tradiciones, portadoras de historias y portavoces de la rica herencia palestina. Su participación activa en la vida comunitaria, la educación y el arte contribuye a mantener viva la identidad palestina en medio de los desafíos actuales. Las mujeres, con resistencia y resiliencia, se convierten en narradoras de una historia arraigada a la tierra y marcada por la lucha. Su papel transciende la actividad doméstica, convirtiéndose en un vínculo vital colectivo.
En municipios como Beita, Beit Fourik, Jaboun, Awarta y otros, las mujeres han creado cooperativas de productos de consumo, como yogur y quesos, galletas y pastelería, cosméticos, mermeladas y jabones. También tienen huertos con verduras, frutas y plantas aromáticas y ellas se administran y toman todas las decisiones de estas cooperativas.
La ocupación también tiene efectos sobre los roles de género tradicionales. A consecuencia de la pérdida del poder económico de los hombres, por las constantes detenciones administrativas y la economía fragmentada del país, el papel tradicional de las mujeres en la sociedad palestina ha cambiado. Ellas se enfrentan con cada vez más exigencias; ser las proveedoras de los cuidados, pero ahora también del mantenimiento de la familia, al mismo tiempo que su libertad de circulación y acción es muy reducida.
En este contexto, muchas mujeres como Hanah, Hakima, Maryam o Khairiya han visto el momento y la necesidad de poner en marcha iniciativas de generación de ingresos. Las cooperativas de mujeres están prosperando por todo el país y les permiten, además de generar ingresos para las maltrechas economías familiares, producir y consumir bienes que posibilitan el boicot a los productos israelíes. Son también un espacio de organización política y de construcción de redes de apoyo mutuo, a menudo gracias a las cajas de resistencia.
Las cooperativas de mujeres son también espacio de organización política y de construcción de redes de apoyo mutuo
Las mujeres de la familia de Hanah, viven en el municipio de Beit Fourik, cerca de Nablus. Descansan y se relajan después de un día agotador, después de saber que su compañera Lena, de la cooperativa, ha sido detenida de madrugada.
Hanah es licenciada en matemáticas, acabó el grado mientras criaba a sus dos primeras hijas. Es una mujer de energía y sonrisa desbordantes, que un día decidió llevar a su familia a ver el mar de Haifa, el mar arrebatado al pueblo palestino en el 48. Atravesando el muro por un punto débil y arriesgándose a ser detenidas, viajaron y consiguieron llegar al mar, su mar. El desafío de los actos cotidianos da fuerza a la resistencia invisible.
Créditos de las ilustraciones: Icoriver i Pixabay